Marca: Stéphane mallarmé y
La singularidad de Berthe Morisot (1841-1895) fue vivir su propia pintura y pintar su propia vida, casi como una función natural y necesaria, ligada a su régimen vital, que juega con la observación y la acción, con la voluntad creadora y la luz. Ella cogía, dejaba y volvía a retomar, del mismo modo que una idea nos llega, se nos desvanece o regresa. Y esto confiere a sus obras el encanto muy particular de una relación estrecha, casi indisoluble, entre el ideal del artista y la intimidad de una existencia.
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