Marca: Styria
La primera raya siempre te la ofrece un amigo. Un día cualquiera, en un bar, en una discoteca, alguien se hace una raya y tú pruebas. Nuria prueba. Y le gusta, siente un cosquilleo en la nariz, se le seca la garganta, y de pronto, pum, se siente sociable, poderosa, eufórica, piensa en un millón de cosas y sólo puede verbalizar algunas cuantas. Las palabras no alcanzan, son insuficientes para tantas ideas aparentemente lúcidas. Pero cómo intuir que una raya la llevará a vivir siempre de fiesta, a consumir un gramo al día, a veces tres e incluso cinco, y que luego ―para costearse las rayas y los biberones de su hija― empezará a hacer carrera en la prostitución de lujo y, más tarde, a convertirse en una mula del narcotráfico y terminar presa en una cárcel peruana.¬
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